martes, 15 de mayo de 2012

¿Puede existir una sociedad sin estado ?

El ser humano es un animal social. Partiendo de este axioma,  deducimos que ningún ser humano puede ser considerado como tal sin estar vinculado a una sociedad que le cobije,  le proteja y que le suministre todos los saberes que precisa para desarrollarse como persona. Desde que el hombre es hombre, siempre se ha agrupado  en más o menos numerosas e intrincadas organizaciones.
Aunque también es cierto que ha habido humanos que se han retirado de forma voluntaria a una soledad plena, lejos de las sociedades conocidas, observamos que este cambio en sus vidas casi siempre ha venido detrás de alguna experiencia traumática y siempre tras haber formado parte de una sociedad, con lo que ese individuo siempre guarda en sí algo de esa sociedad a la que perteneció.
Sabemos que las sociedades, son grupos de individuos marcados por una cultura en común, un cierto folclore y criterios compartidos que condicionan sus costumbres y estilo de vida. Además, se relacionan entre sí en el marco de una comunidad.
Algo de lo que también somos conocedores, es del significado de la palabra “estado”.
Un estado es un concepto político que se refiere a una forma de organización social, económica y política formada por un conjunto de instituciones que tiene el poder de regular la vida de un territorio determinado.
¿Están relacionados estos términos? ¿Puede una Sociedad funcionar con un modo de vida en el que los individuos se autogobiernan? ¿Para qué sirve un estado? ¿Nos beneficia el estado? ¿Puede existir una sociedad sin estado?
Muchas preguntas, aunque a mi juicio, de fácil resolución gracias a una serie de razonamientos que un humilde servidor hace y que comparte a continuación.
¡Manos a la obra!
Atando cabos, podríamos discurrir por nosotros mismos que, una sociedad que cumple con las características mencionadas anteriormente (grupo de individuos marcados por una cultura común, un folclore y costumbres propias…), guarda bastantes similitudes con lo que debería de ser un estado.
 Algo que también se me pasa por la cabeza al escribir estas líneas, es que ese grupo de individuos al que llamamos sociedad y que tanto tienen en común, no es “el país de la gominola” por lo que deduzco,  tendrán sus conflictos, altercados y choques de intereses.
Si dejamos a ese grupo de personas autogobernarse cual bandas o tribus, ¿podrían gozar de la seguridad, el sosiego, la calidad y el modo de vida que hoy día consideramos digno?
Mi respuesta no atiende a salvedades ni peros. Desde mi modo de ver, declaro un rotundo y tajante “NO” en letras mayúsculas.
En una banda o tribu, los individuos se toman la justicia por su mano, y aunque hemos visto casos en los que se diseñan sistemas alternativos a las venganzas de sangre como resolución de los conflictos, éstos son inútiles y en muchas ocasiones absurdos, por lo que cualquier altercado dentro de estos grupos desemboca en un derramamiento de sangre.
Los estados, tratan de garantizar la protección de sus ciudadanos contra las amenazas a la seguridad física, patrimonial… En general todo peligro que provenga de afuera o sea originado por los conciudadanos.
El estado también tiene como cometido principal el mantener el Estado de Derecho  y la aplicación de la legalidad, además de dotar al ciudadano de una libertad controlada en la que todos los individuos puedan satisfacer sus deseos y libertades sin ofender o vulnerar los de los demás.
El estado, a mi modo de ver, es como esa madre o abuela protectora que cuando éramos pequeños resolvía nuestros problemas con nuestros hermanos o un niño del parque al que bajábamos a jugar. Una madre, que no duda en darnos un bofetón si nos pasamos de la raya, pero que cuando nos caemos u otro niño quiere pegarnos, no duda en protegernos con todo su empeño.
Gracias a esa madre, podemos ser niños felices y desarrollarnos para llegar a ser unos hombres de bien. Cierto es que no la elegimos, pero tampoco hace falta.
Con el estado ocurre algo parecido.
Cuando tenemos problemas trata de resolverlos (seguridad, alimentación, propiedad privada, etc.), cuando nos pasamos de la raya nos castiga pero si algún “niño malo” viene a hacernos daño es el estado el que nos defiende. 
Gracias a esto, nosotros podemos gozar de una vida tranquila, segura y placentera, en la que el individuo puede desarrollarse  como persona y ciudadano. Vida en la que el individuo toma sus propias decisiones, siempre dentro de un clima acondicionado por esa gran institución llamada estado, que tanto nos da y tan poco nos pide (al menos, relativamente hablando), ya que sabemos que la relación con el estado es un “toma y daca” en el que el ciudadano ha cedido mediante una especie de contrato todo su poder a esa institución.  Cuando hablamos de institución, debemos pensar en una persona o grupo de personas a las que se les encarga la ardua tarea de administrar ese gran poder siempre en beneficio del pueblo.
Puede rondarnos la cabeza al leer lo anterior una duda existencial, que no es otra que la siguiente pregunta:
-Vale, ¿Y quién tiene potestad para gobernar  y quién no?
Bueno. Pues para quien se le plantee esa duda, yo tengo una respuesta.
Cualquier persona cualificada para la gestión de un estado es la indicada para gestionarlo. Puede parecer que no digo nada escribiendo lo anterior, pero, creo que es una verdad absoluta.
No hace falta ser un erudito, ni una mente privilegiada. Tampoco ser muy guapo, o muy alto. Yo tengo una teoría, que puede ser más o menos acertada, pero que creo que se asemeja a la realidad.
“Cualquiera que siga el ejemplo de un Big Men tribal, es un buen administrador de un estado.”
Me explico.
Cuando digo esto, me refiero a que cualquier individuo que predique con el ejemplo, que sea trabajador, fiel a sus creencias, sincero y decidido, firme cuando se precisa y benevolente cuando la situación lo requiera, que sepa agradar al pueblo y cumplir con su obligación administrativa, es un buen gerente para un estado.
Ni siquiera entro en el debate de si es justo que una sola persona decida o no. Sinceramente y tras la experiencia vivida, opino que siempre ha de haber una voz cantante que tome las riendas de la situación ya que cuando de poder se trata, las asambleas se convierten en mercados barriobajeros, los debates en gallineros, y no quiero ni pensar como sería un estado en el que todos los ciudadanos (y digo todos y cada uno de ellos) tuviesen la obligación de ejercer su poder individual.
Quizá un buen método para hacer ese poder popular efectivo sean los “referéndums”, método con el que sí que se cumple la voluntad de la mayoría de la población, aunque sin embargo deja descolgada a esa minoría que también ha de ser respetada y escuchada. Criterios utilitaristas supongo.
Volviendo al tema que me ocupa en este momento, y tras los argumentos dados, sólo puedo concluir con la siguiente conclusión (valga la redundancia de conclusiones).

No puede haber una sociedad que, atendiendo al concepto que hoy se conoce por sociedad, carezca de una institución poderosa que la administre. Esa institución poderosa, alcanza la madurez cuando forma un estado.

1 comentario:

  1. Muchas respuestas tienes tú...listo!
    En el fondo no eres menos ingenuo que Unai: el estado como una abuela protectora... ¡venga ya! ...el gobernante un tipo trabajador, sincero etc...¡quia!
    Es broma Lucas, buena entrada.
    Saludos

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